jueves, 13 de octubre de 2011

Un día en el calendario


 Todos los días suena el despertador a las 6.00 a.m., se incorpora mientras su larga melena le resbala por delante del rostro, semidormida se calza sus zapatillas y queda quieta sentada en el lateral de su cama. Su cabeza quiere pensar pero algo se lo impide, respira fuerte como quién hace el esfuerzo más grande de su vida y camina hacia la cocina. Otro día más enciende la cafetera, prepara unas tostadas y se sienta delante de la tele, mira para ella, pero su cerebro sigue sin querer pensar, lo único que no quiere es hacer ruido, teme despertar a alguien.
 Visita las habitaciones en la más profunda oscuridad y salta de unas a otras acariciando el frío de las paredes, con cuidado abre sus puertas pero alguna semeja la misma sensación que late en la noche de un bosque en el mes de Diciembre.
 Se le había olvidado apagar el despertador. Todas la casa cruje y se estremece, pesada como ella, quiere despertar pero sólo gimotea, perezosa y tempranera. Sobresaltada por el susto de la alarma corre a la habitación, ya tiene un cigarro encendido y el humo deja su fragancia por las estancias, impregnando el ambiente que permanece cargado por la respiración del sueño. En la carrera a su dormitorio deja atrás una de sus zapatillas y ceniza en el pasillo, al llegar , apurada apaga el despertador y mira la hora - ¡voy a llegar tarde!- dice para sí misma, apoya su cigarro en la mesita de noche y suspira enfadada. Entre prisas se quita el pijama , se pone una camiseta interior masculina y un jersey negro de pico que le llega por las rodillas, remanga los puños ... Abre la ventana y al ver que llueve se pone unos pantys de lana grises y calados, de esta forma las hormigas podrían observar que en sus braguitas lleva la cara de la rana Gustavo. Apurada por el tic-tac de su mesita de noche, se cuelga un collar con colgante de buho del cuello y con un abrigo forrado de lana de oveja y su bufanda roñosa se despide. Ella nunca se pone perfume ni desodorante, tan sólo lleva su olor personal. Ese que cautivara a más de uno y por el que su ego había pasado por alto su desdén.
  Se despide de su casa , piensa -¿lo llevo todo?-pone sus manos en sus bolsillos y se reencuentra con las llaves, mechero, y algo de dinero olvidando su cigarrillo en la mesita.
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